miércoles, 25 de mayo de 2016

CUANDO ME HICE MAESTRA Y LLEGUE A LA ESCUELA



No podría empezar a hablar de mi llegada a la Nueva Granada y mi encuentro con el mundo rural, sin antes hablar de quien soy.  Por tanto, empezare por contarles que me llamaron Luz Marina, por capricho del cura que me bautizo, pues el deseo de mis padres era ponerme el mismo nombre de mi madre, mis hermanas mayores habían copado ya todos los nombres de abuelas y familiares, por tanto remplazaría a mi mama; Pero al curita no le pareció apropiado que en la misma casa hubieran dos Luz María, entonces agrego una N que hizo la diferencia.

Recuerdo una vida en el campo, de mucha felicidad y tranquilidad, también de muchas privaciones, ya que mi padre había sido asesinado dejándonos a todos muy chicos bajo la única protección de mi madre, quien lucho día a día por satisfacer nuestras necesidades básicas acompañadas de su eterna cantaleta “tiene que estudiar porque en la finca uno muere trabajando y no consigue nada, míreme a mí, mi sueño era ser una maestra y no pude cumplirlo porque papa no le daba estudio a las hijas mujeres”.  Pues su cantaleta se volvió sentencia, salimos del campo sin conseguir nada y con los años me volví maestra¡.



Hoy mi madre siente un gran orgullo de mí, por haber dado continuidad a su sueño, que no era el mío, pues mis aspiraciones de mochilera por todo el mundo, me impedían pensar en llegar a vivir las cosas que ahora me llenan de felicidad.

En algún momento de mi vida, y ante una gran necesidad de buenos ingresos, un amigo, me propuso algo que marcaría mi destino de maestra: enseñar en un jardín infantil.

No era ni mi vocación, ni mi profesión, ni mi sentimiento, pero el mundo de la enseñanza, se convirtió en mi mejor aprendizaje. Y después de vivir esta maravillosa experiencia, no me imagino haciendo algo mejor. Bueno, tal vez un atardecer en una ranchería en el cabo de la vela podría superarlo, nada más.



Después de cuatro años de experiencias en el mundo de la escuela, llegue a la Nueva Granada; una dimensión desconocida para quien ha deambulado por el mundo de los privados, con sus excesos de todo, hasta de trabajo.

Ante la negación de aceptar un hecho que aun marca mi vida emocional, donde solo quería alejarme de mi pueblo, participe en el concurso de ingreso a la carrera docente y pase, entre a hacer parte del maquiavélico mundo 1278; de eso hace ya doce años.



Nuestra llegada a la escuela no fue fácil, y digo nuestra, porque conmigo llegaron otros tres compañeros, que aunque ya no están acá, aun son parte importante en mi vida.  A su lado viví grandes tropiezos, desde las caídas y trillada de barro en la vía a Coloradas, el acoso inicial por parte de la rectora, secretaria y compañera de sede, hasta los desplantes de las demás compañeras quienes nos veían como usurpadores, quizás lo éramos, pero no de manera ilegítima.

Llegar a manejar varios grados en el mismo salón, lo dejan a uno fuera de base, no hay escuela normal, ni universidad que te preparen para hacer este trabajo. De nada sirven los modelos pedagógicos y las teorías vistas, si no sabes como desenvolverte en un espacio donde tienes por lo menos que atender a tres grupos diferentes, con distintas necesidades y con variados niveles y ritmos.



Ahí si no tenía saberes previos, llegue nula, vacía a este mundo, solo me acompañaban dos pequeñas cositas, que han sido la clave de mi éxito en la vida, y digo éxito, a pesar de tener los bolsillos vacíos, dos matrimonios fracasados y muy pocos amigos. Y es éxito; con mayúscula y en negrilla, porque he sobrevivido y salido avante en cada cosa que me he empeñado en hacer, sin cargar conmigo los remordimientos, solo las culpas.  Esas pequeñas cositas, me las enseño mi mami, que no llego a ser profesora, pero es quien más y mejor me ha enseñado en la vida, se llaman: orden y dedicación.

Entonces, armada hasta los dientes con orden y dedicación, empecé a organizar rutinas de trabajo con los diferentes grados, eso me permitía tener control y manejo del grupo. Como lo hice? Diseñando diversas actividades que pudieran ir desarrollando los diferentes grupos, mientras llegaba su turno de recibir la orientación.  Así, empezaba a orientar la clase con los grados superiores que tuviera, mientras los inferiores, tenían otras actividades, que estaban relacionadas con sus aprendizajes (sopas de letras, crucigramas, mapas conceptuales, lecturas, caligrafía). Cuando terminaba, seguía con otro grado y así iba rotando, de acuerdo a los tiempos de las actividades.

Aun hoy en día sigo trabajando rutinas. Hay algunos aprendizajes que los puedo desarrollar de manera simultánea en los grupos que tenga, solo cambia el nivel de complejidad de la actividad, pero hay casos donde no es posible. También hay proyectos que  puedo desarrollar de manera conjunta y eso optimiza mi trabajo que puede llegar a ser de mejor calidad.

Muchas veces reniego del sitio donde estoy, porque me parece que falta todo, que no veo resultados, que los niños no avanzan, que falta un norte y el sur también, que no nos hemos apropiado de nada, que, que que.. son muchos los "que" que me agobian. Pero cuando hablo con mi compañero de camino, a quien le tengo gran admiración y respeto como maestro que es, me hace sentir que tenemos demasiado, que mis niños son los mejores, que avanzan y tienen mejores competencias que los del pueblo, que no necesitamos ni el norte ni el sur porque tenemos el oriente y el occidente para desplazarnos, que la falta de apropiación puede ser esa búsqueda de hacer mejor lo nuestro, entonces esos “que” ya no me agobian sino que me ubican en mi realidad, en mi contexto, en lo que tengo, y es solo con eso con lo que debo contar.

Para terminar, solo tengo que decir que la universidad me dio un título de licenciada, pero el camino me ha hecho maestra, cada vez que me apodero de mi experiencia, cada vez que reflexiono sobre mi quehacer y lo modifico de ser el caso, cada vez que veo que mis estudiantes, no necesitan tanto que aprender como si mucho que valorar.



Luz Marina Quintero Moncada

Mayo 25 de 2016

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